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Han pasado dos días desde que Marian me abandonó se fue.

Med, la puta gata de Marian, en cambio, sigue aquí.

Med y yo nos caímos como el culo más o menos al minuto dos de conocernos.
Odio los gatos desde que recuerdo.
Ayer me vino a la memoria el día que Marian apareció en casa con esa puta gata blanca metida en esa especie de jaula transportanimales.
Me imagino que Med pudo leer eso de "¡Hostiaputa! ¡Un GATO!" en algún rincón de mi cerebro.
Los gatos son condenadamente listos. Dicen.

Me pregunto si Marian no se ha llevado a Med con el resto de sus cosas por lástima y no dejarme solo del todo o porque sabía que me jodería tener que hacerme cargo de ese montón de pelo blanco al cual, por cierto, soy alérgico.

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Marian me ha dejado.

Como se abandona a un perro en verano cuando te dicen los del Todo Incluído que no aceptan animales en su hotel.

He tardado unos treinta y cinco minutos en darme cuenta de semejante tal hecho, justo cuando, después de afeitarme y ducharme, he abierto el armario para ponerme el pantalón de estar por casa. Nuestra casa. Y he comprobado que aproximadamente el ochenta y cinco por ciento de su capacidad (la capacidad del armario no la de Marian) quedaba al descubierto, dejando bailando a solas a mis camisas y al resto de mi ropa.