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Por fin he dejado a Mónica La tremenda -pero también- Pesada.
Hay veces en la vida* en las que tienes que tener cojones y comportarte como un hombre*.
Le he dicho que acababa de salir de una relación y que creía que no estaba preparado (todavía) para comenzar otra ahora.

Creo que lo escuché en una peli.
Son frases que tu cerebro decide archivar, a su rollo, sin preguntarte ni nada y que piensas que no vas a utilizar en la puta vida. Y llega un día y, pum, la sueltas. Sin más.
Y, sorprendentemente, te queda bien y suena hasta creíble. Y nadie te dice eso de: "Eh, esa frase la dijo Tal en la película Tal" jodiéndote tu peli particular.

Mónica, en lugar de pegarme un puñetazo, me ha abrazado y medio consolado (creo) mientras yo ponía cara de gatito mega dulce (no como Med, la puta gata). He estado a punto de mirar por la ventana y decir al horizonte aquello otro de: "No es culpa tuya, ni mía, la culpa la tiene la vida..." pero ya era arriesgarme demasiado.
Mientras Mónica me abrazaba Med, la puta gata, me clavaba la mirada desde la otra punta del comedor. Si los gatos pudieran hablar ésta en particular me hubiera soltado a mí algo tipo: "Qué cabrón eres...".
Pero no pueden.
Además, la opinión de los gatos no cuenta.
Por muchas vidas que tengan.




*  Ésta no era una de ellas.
*  O no.